DAVID MAYOR
Aquella tarde de domingo, ella se pegó a la pared de la iglesia de la Magdalena para esquivar un coche que estaba fuera de lugar y al mirar hacia arriba vio un fantasma. Seguro que lo vio. Hecho de humo o algo parecido, escurridizo como los silencios, atravesando las geometrías mudéjares hacia arriba pero mirando hacia abajo, mirándola por dentro con una mirada de ser humano que ha vivido más de la cuenta. Brillantes ojos negros que han sabido detenerse a apreciar lo que pasa inadvertido a los comunes y los despistados. Era lo único que tenía de humano, esos ojos, suficiente para cualquiera. A ella le llegó el miedo, como si el fantasma le hubiera atravesado dejando un resto de algo que pasó en ese mismo sitio en otro momento de los sueños, y se separó con brusquedad de la pared. Allí había un fantasma. El coche tuvo que frenar. Entonces, una amiga, que esperaba impaciente a que pasara aquel coche fuera de lugar, la trajo de nuevo al ruido de los días, fuera de la ruta del fantasma. “¡Ten cuidado! Y quítate del medio, por favor, que te van a atropellar y nos están esperando en la plaza de los Sitios; y deja de poner esa cara de tonta, ni que hubieras visto al fantasma”.
Ellas se fueron deprisa y tan contentas, como si nada. El fantasma con su mirar continuaría haciendo del chaflán de la iglesia de la Magdalena un cruce de caminos. Se acercaba otro coche.
Aquella tarde de domingo, ella se pegó a la pared de la iglesia de la Magdalena para esquivar un coche que estaba fuera de lugar y al mirar hacia arriba vio un fantasma. Seguro que lo vio. Hecho de humo o algo parecido, escurridizo como los silencios, atravesando las geometrías mudéjares hacia arriba pero mirando hacia abajo, mirándola por dentro con una mirada de ser humano que ha vivido más de la cuenta. Brillantes ojos negros que han sabido detenerse a apreciar lo que pasa inadvertido a los comunes y los despistados. Era lo único que tenía de humano, esos ojos, suficiente para cualquiera. A ella le llegó el miedo, como si el fantasma le hubiera atravesado dejando un resto de algo que pasó en ese mismo sitio en otro momento de los sueños, y se separó con brusquedad de la pared. Allí había un fantasma. El coche tuvo que frenar. Entonces, una amiga, que esperaba impaciente a que pasara aquel coche fuera de lugar, la trajo de nuevo al ruido de los días, fuera de la ruta del fantasma. “¡Ten cuidado! Y quítate del medio, por favor, que te van a atropellar y nos están esperando en la plaza de los Sitios; y deja de poner esa cara de tonta, ni que hubieras visto al fantasma”.
Ellas se fueron deprisa y tan contentas, como si nada. El fantasma con su mirar continuaría haciendo del chaflán de la iglesia de la Magdalena un cruce de caminos. Se acercaba otro coche.
Torre mudéjar de la iglesia de La Magdalena, siglo XIV.
© Angélica Montes
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Torre mudéjar de iglesia de La Magdalena, con decoración de cerámica vidriada blanca y verde.
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Mural que recrea la antigua Zaragoza. Plaza de la Magdalena.
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Exterior del Centro de Historias, obra del arquitecto Ruiz de Temiño (2003), con un moderno torreón que evoca la vecina muralla medieval.
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Plaza de San Agustín y fachada barroca del convento de igual nombre, dependencias hoy convertidas en biblioteca municipal.
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Chapitel del siglo XVIII para un campanario mudéjar de los siglos XIV y XVI. Torre de la iglesia de San Miguel de los Navarros.
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Iglesia mudéjar de San Miguel de los Navarros, Plaza de San Miguel.
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En conmemoración a la Guerra de la Independencia de 1808, el escultor Agustín Querol realizó el Monumento a Los Sitios (1908), en la plaza del mismo nombre.
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Tiovivo en la plaza de Los Sitios.
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Plaza de Los Sitios, flanqueda por los edificios que se construyeron con motivo de la Exposición Hispano Francesa de 1908.
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Logia neorrenacentista en la fachada principal del colegio Gascón y Marín, en la plaza de Los Sitios (José de Yarza, 1911-1919).
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Alegorías de la Escultura, la Arquitectura y la Pintura, obras de Carlos Palao (1908), en la fachada principal del Museo de Zaragoza.
© Santiago Cabello - Archivo Tintaura
© Santiago Cabello - Archivo Tintaura
Nave del antiguo Matadero Municipal, hoy biblioteca pública. Construido por Ricardo Magdalena para albergar la Exposición Aragonesa de 1885.
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Patio del Centro Cívico Salvador Allende. Fuente del Buen Pastor, obra de Dionisio Lasuén (1885).
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Palacio de Larrinaga (Félix Navarro, 1900-1918) construido por orden del naviero Miguel Larrinaga en honor a su esposa Isabel Clavero.
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Monumento a la Constitución de 1978, situado al comienzo del Paseo de la Constitución. Florencio de Pedro Herrera, 1989.
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Paseo de la Constitución.
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Hogar San José Hermanitas de los Ancianos Desamparados, de Ricardo Magdalena, 1882.
Avenida San José.
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Avenida San José.
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